Parecer ser que es, incluso, un golpe de estado. Sí, señores, este es el nivel. El pasado lunes 11 de septiembre se celebró la ya recurrente manifestación de la Diada, con una participación de 1 millón de personas, según la Guàrdia Urbana. Una vez más, el soberanismo catalán se mostró al mundo como un movimiento democrático y pacífico que quiere, simplemente, decidir el futuro político de su nación. SÍ o NO. Punto. Aviso para navegantes: el siguiente artículo no es serio ni tiene intención de serlo.
Desgraciadamente, me tocó trabajar todo el día (sí, me explotan), pero seguí de cerca los acontecimientos de la jornada. A través de TV3, Twitter y los pocos periódicos decentes que aún informan en España. Quedé fascinado, una vez más, con las imágenes y los vídeos que circulaban por la red. Miles y miles de almas gritando “independència” y “volem votar”. Y, también, alucinado con los trolls negacionistas, quienes, inteligentisímamente, recuerdan que 6 millones de catalanes se abstuvieron de manifestarse. De Premio Nobel. Touché.
De este mundo no comprendo muchas cosas. No entiendo la física, no entiendo el chino y no entiendo la psicología inversa a la que me someten las mujeres. Tampoco entiendo porqué, después de demostrar que somos los campeones del mundo manifestándonos, no podemos, al menos, votar. No entiendo como es posible que la Peste Popular se esté cargando el país y nadie haga nada. Y no entiendo porqué España no puede ser un estado plurinacional, donde su riqueza y su diversidad cultural sea motivo de orgullo y no de división.

Francamente, estoy un poco cansado del “procés”, como la mayoría de catalanes. Demasiados años hablando de lo mismo y esperando propuestas, acciones concretas y permisos que nunca han llegado y, me temo, que nunca llegarán. El 1 de octubre, la Generalitat de Catalunya ha organizado un referéndum de autodeterminación, sacándose el rabo y desobedeciendo al estado. Inédito, los catalanes pasando a la acción y dejando el lloriqueo y “La Puta i la Ramoneta” atrás. Y creo que, al final, es justo que así sea.
Hablemos un segundo de la Constitución. Mi amada Constitución. Seguramente, querida, fuiste importante después de la muerte TRANQUILA y EN LA CAMA del afable dictador hijo de fruta que quiso aniquilar a mi pueblo. Pero me parece que ya estás un poco anticuada y, perdona que te diga otra cosa. No todo lo que contienen tus líneas es justo. Si no permites que los ciudadanos se puedan expresar es que algo extraño hay dentro de ti. Pero, en fin, lo sé, en el fondo no es culpa tuya. Son los políticos que te modifican, te interpretan y te violan según les convenga.

Estado de derecho no es siempre sinónimo de democracia. Las leyes, como los humanos, como las sociedades, cambian y deben cambiar. Si no, menuda mierda. Se escucha muy a menudo que, haciendo un referéndum, se deja media Catalunya en la cuneta y se vulneran sus derechos. ¿Seguro? Dejémonos de tonterías y manipulaciones infantiles y, como sociedad adulta, decidamos lo que es mejor para todos y zanjemos el tema.
Al final, incluso los contrarios al “Derecho a decidir” saben que no hay solución alguna que no sea las urnas. Pero pesa más el partidismo y los equilibrios de poder que la verdad. Vota SÍ o NO. NO o SÍ. Que más da, pero vota y hazte oír.

En estos momentos, no tengo ni puñetera idea de lo que va a pasar en las próximas semanas. ¿Imputaciones? ¿Detenciones? ¿Militares por las calles? ¿Urnas secuestradas?. Solo DIOS, el omnipotente, tiene las respuestas. De lo que sí estoy convencido es que España, como la conocemos hoy, ya no va a existir nunca más. Para bien, o para mal.
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