Porqué tengo la posibilidad de viajar, vivir en el extranjero y, sobre todo, conocer gente de todos los rincones del planeta. Nunca me voy a cansar de repetir que la convivencia con la diversidad te cambia y te hace infinitamente mejor persona. Y por eso aconsejo a todo el mundo experimentar, al menos una vez, la lejanía del calor doméstico. Antes de empezar, quiero lanzar un agradecimiento sincero a todas las personas que se han cruzado conmigo a lo largo de estos años, porqué, sin ellas, seguramente, no seria el canalla enamorado del mundo de hoy en día.
Este fin de semana no tomé ningún tren, ni me alejé de Iași, pero pasé mucho tiempo en la residencia, charlando y cocinando con amigos. También salimos de parranda, pero no es muy trascendental compartir con vosotros mis pésimas habilidades de baile. Actualmente, muchas de mis amistades de fe musulmana ayunan por el Ramadán. Es curioso verlos deambular somnolientos durante el día y engullir como patos al oscurecer. Siempre hay movimiento en los pasillos y las bisagras de las puertas chirrían hasta altas horas de la madrugada.
El sábado, una chica uzbeka decidió prepararnos un opíparo banquete, devorado al cabo de un cuarto de hora por 13 almas famélicas. La mayoría de los presentes eran turcos/as y ucranianos/as, por lo cual un servidor y Tornike, un chaval de Tbilisi, nos vimos atrapados en medio de un fuego cruzado de palabras indescifrables. Fue divertido, porqué compartimos experiencias sobre nuestros países y gustos culinarios, sentados en el suelo alrededor de la comida. Es precioso escuchar lenguas foráneas y, sobre todo, darse cuenta de que todos los humanos somos iguales pese a la complejidad de la diversidad. Buscamos todos la felicidad y una buena compañía.
En ese momento, mientras charlábamos y tragábamos, me di cuenta, otra vez, de lo afortunado que soy. Nunca había pensado que me encontraría haciendo amigos de todas las partes del mundo y abatiendo todos los prejuicios infundados que tenía antes de dejar Sabadell en 2016. Es una sensación única crear conexiones con extranjeros y ver que altos, bajos y medianos reímos de las mismas tonterías. Francamente, no quiero irme. Mucha gente no ve la hora de partir, pero me da pena, otra vez, despedirme de todas las amistadas creadas en los últimos meses.
Son los gestos pequeños y los encuentros casuales los que te hacen reflexionar y valorar las cosas positivas de la vida. Como una simple cena a base de pollo. Me encanta Catalunya, amo Sabadell, pero, desgraciadamente, ahora, mi tierra no puede satisfacer mi necesidad de aprendizaje cultural. Como ya he expuesto en otros artículos, quiero crecer, quiero ser empático, quiero entender y quiero ver mundo.
No hace mucho tiempo, era una persona con un montón de miedos, que sacrificaba sus sueños por culpa del terror al cambio. Seguramente, sigo tomando algunas decisiones con la máxima de las cautelas, pero, una vez sacudido el espanto, todo es mucho más fácil y claro. Gracias, gracias y mil gracias, otra vez, a todas las personas que he conocido y que sigo conociendo. Gracias, también, a mi familia, siempre allí con las dos manos tendidas.
PD: Voy a dejar Rumanía el 12 de junio
PD2: Viajo a Australia el 7 de julio
2 thoughts on “Soy un afortunado”